Tío Abolafio, en su lecho de muerte decía que en su vida lo había visto todo, que como ya nada le sorprendería, estaba preparado para marchar. Y sí, se marchaba por la ventana mientras nos lo decía, ladeando la cabeza y dejándose mecer por el viento sobre los campos de almendros en flor. Había pasado dos guerras o como aclaraba él, las había dejado pasar, había visto un hombre en la luna y hasta un extraterrestre en su trigal, un día de verano mientras apuraba el botijo bajo el peso de su sudor.
A los peques nos parecía poco bagaje. Nosotros teníamos la Play 2 y en apenas unos meses habíamos visto mucho más.
Fue papá el que nos sacó del error. Ciertamente no habíamos visto nada. En una conjura familiar sin precedentes, una mañana hicimos brotar en los almendros toda suerte de frutas exóticas que metódica y arbitrariamente fuimos colgando de sus ramas sarmentosas.
Durante años, aquellos almendros devinieron vid, cocoteros, plátanos, manzanos… De todo menos almendros. Tío Abolafio, escéptico, sonreía socarrón e inmóvil, varado en su mar de sábanas blancas, y en el erial de su rostro se adivinaba un brote de ilusión cada vez que germinaban los allozos.
Ahora, cada vez que me acomodo la nariz roja aparecen nubes en el techo y llueve en la planta 4ª. Entonces es cuando me parece vislumbrar la sonrisa mellada de aquel enjuto hombre en cada uno de los niños que riendo buscan cobijo junto a mi bata.
Xesc, un simpático relato que debe servir, así lo veo yo, para animar a todos aquellos que sufren una enfermedad y que saldrán de ella. Me ha gustado la medio despedida del tío Abolafio y su nombre también, y las cosas que suceden antes de que parta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Después de unos días de retiro por fin me puedo conectar por wifi gracias a un moderno cocotero. Espero poder estar pronto de vuelta y a pleno rendimiento.
EliminarGracias por comentar tus impresiones en esta historia. Me alegro que te gusten.
Abrazos
Qué tierno, Xesc. Hacer feliz, o intentarlo, a alguien que se está yendo o que se queda, pero en un "mar de sábanas blancas" reconforta infinitamente. Me gusta cómo lo cuentas y me ha encantado lo de que el tío Abolafio hubiera visto un día un extraterrestre, no todos podremos decir un día lo mismo.
ResponderEliminarUn abrazo, Xesc.
Aprovecho un segundo de conexión. Hasta el martes no volveré. Así que a los que habéis sabido apreciar ese detalle del extraterrestre.
EliminarTío Abolafio sonríe y te envía un abrazo por creerle igual que él nos creyó en silencio cuando le llevamos piñas de los almendros.
Un abrazo
Si algo sabemos los tuertos, tanto en el final como en el principio (que a veces son lo mismo), es que la realidad depende exclusivamente de cómo giren las pupilas. Y ni siquiera lo sabemos por experiencia, sino por la economía de contar sólo con un ojo para enlazar lo circundante.
ResponderEliminarUn micro hermoso. Sobre todo pensando en los chicos y en este siglo donde la imaginación esta tan apolillada. Porque imaginar sin dudas es un ejercicio... Y siempre llega el momento de la vida en que sólo se tiene la cabeza para salir. Insisto, insisto, la realidad es un evento epidérmico.
Es una pena que los humanos busquen tanto afuera; cuando dentro tenemos la posibilidad del amor y la imaginación, eso ya es demasiado. Y los hay quienes dicen que esto es naif, pues para mí naif es atravesar la existencia tan sólo mirando una pantalla.
Excelente micro, con ilusiones en 3d.
Y la flor del almendro que es hermosa, un fuerte abrazo patagónico.
La flor del almendro es una maravilla. Casi como la imaginación que despliega una ilusión real que motiva y genera vida. Deseo de otro día entre sábanas blancas.
EliminarCrear ilusión está en nuestras manos, en nuestra mente. No me parece que debamos renunciar en aras de una modernidad acelerada, guiada, que nos roba lo esencial, la capacidad de ser humanos.
Abrazos
He disfrutado mucho de del estilo, de tu prosa. Este relato es una sinfonía. Y por supuesto contiene tantas cosas bellas y significativas que sería muy largo enumerar lo que me dice a mí. Quizá la naturaleza imaginaria y bondadosa del personaje, el contraste con el niño moderno, el salto del tiempo y de la conciencia (poder entender lo que no comprendimos) sea lo que más me llega, aunque como ya te han dicho, es muy poderosa la ternura que desprende y (añado) las sorpresas con que tira del lector.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Abrazos.
Gracias Susana.
EliminarLlevo una semana larga de ausencia virtual y es fantástico. De hecho, este cuento se publicó porque estaba programado y por error ya que quería retrasarlo. Pero se me olvidó y sin red tampoco podría haber hecho mucho.
Estos son los segundos cinco minutos de realidad web de que disfruto así que los aprovecho para agradecer vuestras impresiones.
Me alegra y dice mucho que hayas disfrutado del estilo y la historia. Se me sale un poco de mi registro pero creo que no es forzado.
Pequeño homenaje a la gente que desinteresadamente reparte ilusión a aquellos que lo necesitan y un pequeño guiño a la memoria historica con ese campo de los almendros que en Alicante aún es una imagen muy presente.
Te agradezco que hayas entredo en la historia.
Abrazos
Muy visual, ¿verdad? Espléndida manera de contarlo. Enhorabuena.
ResponderEliminarDavid, bienvenido a este mar
EliminarGracias por dejar botella con mensaje.
Espero poder asistir el 10 de Abril a la presentación. Será un placer conocerte.
Saludos
Es un relato de gran belleza, donde se enfrentan experiencia y orgullo infantil con una prosa poética que cala hasta el tuétano.
ResponderEliminarAbrazos admirados.
Agradecido quedo Lola por tu generosidad a la altura de hacer brotar mangos de esos almendros dormidos.
EliminarAbrazos
Es tierno. Entreverado de esas locuras que sueltas de vez en cuando. Ya empezando por el nombre.
ResponderEliminarConmueve
Saludos
El hecho de que haya conmovido es mucho más de lo que esperaba a pesar de ser lo que deseaba.
EliminarDice mucho de tu lectura con ojos tiernos.
Gracias Mei
Es un disfrute y llegar hasta el final una sorpresa. Me gusta como me enganchas para que recorra todo el camino de este micro tan lleno de ternura. De verdad, de verdad que he disfrutado leyendolo.
ResponderEliminarBesitos
PD: Perdón, por el anterior comentario, me he equivocado.
Hola Elysa,
EliminarEso es señal de que la ternura te invade la mirada. Me agrada mucho que hayas disfrutado con la lectura.
Besitos tiernos
Tu relato me ha recordado una frase que leí hace poco no me acuerdo dónde. Una persona del siglo XIX recibía la misma información en toda su vida que una persona del siglo XXI sentada frente a la televisión en tan solo un dí, como esos niños de la play. Espléndido. Un abrazo.
ResponderEliminarManu, gracias por sembrar. Esa frase, esa paradoja es espléndida y estoy seguro que daría para un relato estupendo en manos expertas como las tuyas. Ahí queda el brote de almendro por si te animas a hacerlo crecer.
EliminarUn abrazo
Me ha encantado. Tengo debilidad por los almendros, es un dato importante, pero ese magnífico campo sembrado con imaginación, me ha enamorado. Siento necesidad de conocer más sobre ese "papá", sin duda responsable de tales escenarios y maravillosa futura nariz roja.
ResponderEliminarLo dicho:BRAVO! me has sorprendido, la próxima vez que pasee entre almendros les hablaré de tío Abolafio.
Un abrazo Xesc!
Me ilusiona saber que los almendros provocan esos estados de debilidad. A mi, que crecí una parte importante de la infancia entre ellos me encantan en su estado más florido, ese estallido entre rosaceo y blanco me evoca luchas con espadas de madera (imágenes de Excalibur con espada y todo) y algún que otro batacazo. Sí, los almendros son especiales.
EliminarEsa atmósfera de ilusión era la que quería transmitir en el cuento y, contrariamente a lo que podríamos imaginar, no viene de la parte madura, serena del tío anciano sino que viene (aunque sea gracias al padre) de los peques. Porque se trataba de eso, de recordar que somos necesarios y que está en nuestras manos (o nariz roja).
Me alegro que les hables de tío Abolafio y de cómo se quedó entre nosotros sonriendo.
Un abrazo
Quisiera ser original, pero no puedo. Ya han dicho por aquí lo que yo pienso. Así que aplaudo. Muy, muy bueno, Xesc.
ResponderEliminarUn abrazo.
Abrazos Carlos
EliminarGracias por decirlo.
Vemos mucho, pero vivimos poco. Lo que no sé si es bueno o malo, ya que las vivencias más intensas suelen suceder durante las grandes tragedias. Un gran relato, donde la imaginación triunfa como acicate de la esperanza...
ResponderEliminarAbrazos.
Razón no te falta. La vida es rápida más que intensa, superficial. Y como una paradoja, nada deja tanta huella como las grandes tragedias.
EliminarHabrá que encontrar ese espacio de ilusión propio para vivir intensamente todos los momentos, incluso los más triviales sin tragedia alguna (mientras lo podamos evitar, claro).
Abrazos
Es un relato muy bonito, pero joder, me cuesta leerlo. No entiendo cosas y al ser problema mío me cabreo. Solo veo la luz si asumo que el tío Abolafio tras picharla fue enterrado entre los almendros, pues si no, algo se me escapa. Otra solución a mi problema es que estuviera muchos años en el lecho de muerte. Me gusta el final médico, dedicado a niños con algún problema. Me gusta el propio bestiario de almendros en flor de todo menos almendras. En fin. Un relato muy poético y surrealista. O no.
ResponderEliminarLuego de escrito esto, me entero de mucho por los comentarios. Torpe que soy.
Gracias Ximens por tu opinión. Es interesante la lectura que haces. A veces como autor, lo sabes bien, tienes la idea clara y no pretendes transmitir lecturas divergentes y sin embargo ves que surgen. Y te sorprendes. Y te alegras porque significa que tiene vida. Esa lectura que haces es perfectamente válida, ¿por qué no?
EliminarA mi me pasa muy a menudo. Y me sigo sonrojando. Pero luego pienso, joder, este micro es mío y sólo mío. Si nadie lo ha leído así...
Saludos