miércoles, 6 de junio de 2012

50/ La bondad de la fainá


    Esta tarde parece que el mundo quiera acabarse. Buenos Aires. Agosto de 1923. Hace frío y una sudestada arranca niños de la desdibujada sombra de sus madres. El hombre inquieto que con paso decidido casi adelanta al viento es un joven Jorge.

    De vuelta  a casa, enfila Carlos  Villate y gira en Maipú. Entra en una (la) librería. La ilustración de su hermana para Fervor de Buenos Aires casi luce en una estantería a la claridad de una bombilla cansada. Jorge pregunta. Se interesa por su suerte. La del libro. Distraídamente. El hombre de los anteojos redondos deja el laburo por un instante a un lado y le mira sorprendido. No dice nada. Piensa en recomendarle un libro de éxito y entretenido que brilla en el escaparate a la tenue luz del atardecer austral. Pero se detiene, ve en la mirada de aquel hombre auténtico interés, devoción por la poesía, por un proyecto autoeditado de trescientos ejemplares del que pocas esperanzas en ventas ha puesto el librero. Observa el montón de ejemplares mal iluminado. “Veintisiete", contesta. "He vendido veintisiete. ¿Le interesa?” Se desmonta las gafas y le busca con la mirada. Pero Jorge ha salido hace rato, preso de la emoción, de aquella (la) librería.
       Llega a casa. Mamá prepara fainá. Jorge le informa excitado de la nueva. Ella le mira sin sorpresa. “Es una cantidad increíble, Jorge. Te estás haciendo famoso”. Aún así, él le manifiesta su pesar, su desesperación de no saber, de no poder conocer la opinión de sus lectores. “¿Qué sabré de ellos, madre? No podré conocerlos, ni charlar con ellos, saber qué les pareció el libro a los que lo compraron…”
      Mamá abre  el horno y tras meter  la bandeja con la masa y dejar los trapos encima de la mesa suspira, alarga la pausa que quema a su hijo, le mira condescendiente y con una media sonrisa le confiesa.
        —¡Eh!… Probá conmigo. Preguntá.

36 comentarios:

  1. Desconozco si la fainá esta rica o muy rica, porque no la he probado nunca. Lo que sí sé es que la escena que pintas con el joven Jorge preocupado por la opinión de los lectores, es un bonito relato intimista de la obsesión pertinaz de casi todo escritor.

    Recuerdo a una escritora de renombre que tenía un blog, al que le suprimió los comentarios. Confesó en público, de viva voz, prepotente, que no "le interesaba" lo que opinaran sus lectores. En un círculo privado confesó de nuevo, que lo que no soportaba era "no gustar".

    La figura de la madre, me encanta. Como buena madre : siempre dispuesta a mitigar cualquier preocupación de un hijo.

    Buen relato breve Xesc.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Laura. Por lo que sé, la fainá está bien rica acompañada de... Bueno, sigue las instrucciones de Pedro y verás.

      Esa obsesión que es bien cierta es aún más cierta en el caso de Jorge. Parece que esa desesperación por no poder compartir la opinión de sus primeros lectores es bien real.

      Me parece terrible esa anécdota que cuentas.

      Abrazos

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  2. Xesc, es una oda tu relato a la vieja Argentina. Con sus costumbres y sus barrios muy bien presentados. Y ese escritor novel que da sus primeros pasos en el mundo literario, inocente preguntándose por la opinión de aquellos que lo leen. Si hubiese dispuesto de un blog...

    Excelente como has hilado el relato.

    Un abrazo fuerte.

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    1. Supongo que si hubiera dispuesto de blog sería uno de los más activos y sin duda de los más visitados.

      Abrazos

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  3. Me has situado en otra vida, he caminado como protagonista, no acompañando a Jorge: he sido Jorge, he mirado la torre de libros en la librería de luz cansada; se me ha alegrado el corazón al escuchar "veintisiete"; y cuando he llegado a casa se me ha pasado inadvertido el semblante inalterado de mamá al desvelarle ese número... ¿Por qué no se ha sorprendido o extrañado?, aunque me ha animado con sus palabras como siempre...
    (Ella ya conocía la cantidad vendida... ¿No los habrá comprado todos ella?)

    Me ha encantado la contestación de la madre.
    Me ha encantado tu relato.
    Un abrazo

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    1. Pues eso, a saber si lo hizo o no. De hecho de ahí parte la historia (como tantas otras). ¿Y si...?

      Me alegro de que te hayas paseado por un momento por esa (la) librería de Maipú.

      Un abrazo

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  4. Yo también me he quedado con la duda si no ha sido su madre la que ha comprado esos veintisiete libros.
    Me ha encantado el relato, Xesc. Me ha trasladado a aquellas librerías de Argentina en las que tanto me gustaba perderme...
    Un abrazo.

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    1. Creo que sé por Xavier Blanco de tu origen, sí. Así que me alegra que el relato te haya hecho perder por unos breves instantes entre las pilas de libros...

      Gracias

      Un abrazo Sara

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  5. Guauuu! Vaya micro te has marcado. Es cómo si hubieras querido dedicárnoslo a todos los que desde la red, sí podemos saber que piensan de lo que escribimos. 27? mmm. te harás famoso Jorge!!!
    Y ese final.
    Me quito el sombrero, señor. Me encantó, todo... excepto La Fainá, que por desconocimiento no me atrevo a valorarla. EL resto, subyugante! felicidades Xesc.
    Un abraazo, nos vemos a la noche, bajo la lluvia.

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    1. Chico, me alegro de que te haya gustado tanto y que lo manifiestes con tanta efusividad.

      Propongo hacer una quedada tipo picnic y solucionar lo de la fainá. Ahora sólo necesitamos un voluntario argentino que nos haga los honores (si se puede acompañar de un asado mejor, gracias)

      Abrazos

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  6. Yo sí se como sabe la fainá, esa especie de tarta hecha con harina de garbanzo y horneada en horno de leña. Sabe estupendamente, y más si es del borde y se la pone a caballo de un trozo de pizza rioplatense, la sensilla, la que no lleva mozzarella. Pero eso no tiene mérito ninguno. No creo que se haya muerto un solo uruguayo -o argentino- que confesara que no le gusta.

    Lo que sí tiene un mérito inmenso es tu micro, Xesc. Consigo escribir este comentario después de haber parado de aplaudir en la soledad de esta habitación. Espero a que llegue el resto de la familia a casa -aquí todos hemos comido fainá, sean gallegos o no- para poder compartirlo con ellas de viva voz.

    Este micro cumple a pies juntillas todos los constituyentes estructurales del género, temporalidad, unidad temática, transformación del personaje, unidad de acción y causalidad.

    Además, está ambientado en la segunda ciudad más bonita a orillas del Río de la Plata [:-p], así que ¿qué más se puede pedir?

    Mi aplauso admirado, Xesc. Salvo que te parezca mal, lo compartiré en mi FB.

    Un abrazo.

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    1. Quise decir: sencilla, con "c", pero el sabor del Río de la Plata hizo que se me colara una "s".

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    2. Bueno, me entusiasmé tanto que no dije nada al respecto del homenaje a Don Jorge Luis. Sublime, Xesc, realmente sublime.

      Sigo aplaudiendo.

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    3. Eres un mar de generosidad Pedro. Me alegro de este entusiasmo desmedido y desenfrenado que me relatas. te visualizo en mitad de la habitación y siento tentación de gritarte que ya, que te sientes, gracias. Estoy rojo. gracias de nuevo.
      Evidentemente no me parece nada mal y espero que ya lo hayas hecho (lo de compartirlo en el FB).
      Sinceramente, me he quedado con ganas de tomar fainá. Tendré que buscar por aquí algún buen restaurante argentino o uruguayo que me permita saciar esta curiosidad culinaria que yo mismo me he despertado.
      Abrazos desmesurados

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  7. Una mirada a Borges ser humano, no nombre de lomo de libro ni de índice libresco. Me gustó mucho. Personalmente no me imagino a Mamá Borges tan simpática, pero no sé por qué. Y el fainá (sí, para mí es "el") es una delicia. Saludos desde Montevideo. Y felicitaciones.

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    1. Bienvenida Mariela,

      Gracias por pasarte. Desconozco el humor que gastaba Mamá Borges, pero tampoco será tanto, ¿no?. En fin, yo la imaginé protectora. Cosas de madres.
      Interesante lo de "el" fainá. La verdad es que me he quedado con ganas de probarlo.
      Saludos a Montevideo desde Barcelona.

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  8. Creo que es un hermoso homenaje a aquel que tanto hizo por la metaliteratura saberse, ahora, al arbitrio de los buenos narradores. Xesc, haces que humanicemos al joven y futuro autor y nos llevas a la pregunta universal del que, después de hacer algo, pregunta: ¿te ha gustado?

    Abrazotes de papel

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    1. Gracias Manuel por generosidad desmesurada.

      Si te ha gustado ya es mucho.

      Abrazos

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  9. Las madres, siempre dispuestas a hacer tanto una fainá como lectora encuestada para sus hijos.

    Tierno, tierno.

    Abrazos madrugadores.

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    1. Esa es la bondad verdadera, sin duda.

      Gracias y abrazos Lola

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  10. Precioso homenaje, voy a llevármelo...
    Besos

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    1. ¡Por el amor de Dios! ¿A dónde? No le hagas daño, ¿eh?

      Besos, Susana

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  11. Conocía la anécdota, pero me dejado llevar por la prosa, y ese ritmo - tango - con el que envuelves la historia. Bravo.

    Abrazos.

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    1. Las anécdotas, ciertas o no, pueden dar pie a un tango en cualquier momento.
      Gracias y abrazos, Agus.

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  12. Fantástica recreación, Xesc. Fantástica, de verdad. Yo también conocía la anécdota. Y creo que, además, él la desmintió (creo que lo leí por ahí). Pero bueno, eso no es importante. Lo importante es que la prosa fluye, sí, que tiene imágenes muy logradas (como esa "bombilla cansada" o esa sudestada que "arranca niños de la desdibujada sombra de sus madres") y que la escena última de la madre con el joven Borges transmite una ternura incalculable. Sí, señor. Me habría gustado decírtelo ayer, personalmente.

    Un abrazo, Xesc, y encantado de haberte conocido.

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    1. Desconocía que la hubiera desmentido. Como dices, ficción o realidad, qué más da. Al final sirvió de recreación para lo que quería. Y su madre, como todos los lectores, juega un papel muy importante. Igual que el libro de Fervor de Buenos Aires, que tampoco sé dónde leí, del cual creo que el mismo Borges dijo que pasó toda la vida reescribiendo sus temas en el resto de sus relatos, que en ese conjunto de poemas ya se encuentran todas sus obsesiones y universo. Igual tampoco es así, aunque esto, me temo que sea algo más interpretativo que otra cosa.
      Me conformo con que me lo digas hoy. Tiene el mismo efecto. Gracias.

      También fue un placer para mí. Un abrazo, Iván.

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  13. Te he dicho ya que me ha encantado? Ah, no, no te lo dije.
    Es una delicia, las imágenes, la prosa, la situación. ¡Es tan bonito!
    !Escríbelo otra vez Xesc!

    Antonia

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    1. Gracias por pasar Antonia y por tus palabras

      Abrazos

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  14. Estoy un poco dispersa, disculpa que llegue tarde. Y agradezco el placer de la lectura de este texto.
    Es un hermoso homenaje y un paseo por la imágenes que regalas que esta lectora acepta complacida.

    Besitos

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    1. Elysa, jamás es tarde. No te disculpes.
      Siempre es un placer leerte y que te pases por aquí.
      Me alegro que te hayan complacido las imágenes y el homenaje.

      Besitos

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  15. Cosas de llegar cuando se ha dicho casi todo. Me añado a eso de la delicia, del homenaje...y Jorge Luis, si se le cuenta tan bien como tú, siempre es de aplaudir.

    Un abrazo.

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    1. Un placer leerte. Un honor tenerte por aquí, Carlos. Gracias.

      Un abrazo

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  16. Me ha encantado!
    Enhorabuena por la prosa, mágica, envolvente ... como un abrazo maternal.
    Me fascina como has desmenuzado la anécdota para crearla otra vez.

    Abrazos!

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    1. Mónica

      Gracias.
      Un abrazo maternal es una linda definición.

      Evidentemente ese "abrazo" es ficción. La anécdota es cierta. Incluso que la desmintiera.

      Abrazos

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  17. Cuándo has estado tú en Argentina? Es que lo parece, no de visita, no. Me gusta mucho cómo lo haces, Xesc. Me encanta esa madre que se ofrece como conejillo de indias, que se entrega. No sé si es cierta o no la anécdota; para mí, a partir de ahora, sí, Company.
    Un abrazo.

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    1. La parte de la madre es invención. La otra... también (o eso parece). Como dirían en una peli, basada en hechos reales pero, cualquier parecido con la realidad es puera coincidencia.

      Abrazos company

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Dejad una botella con un mensaje enrollado dentro. Probablemente a Robinson también le hubiera gustado, aunque hubiera sido para criticarle por esconderse en una isla perdida y abandonar a su familia.