Siempre para él: son impares y es el menor. Es la ley no escrita del juego. No se queja: de vez en cuando las chicas le dejan tocar pecho. Los chicos le hacen gestos entre cómicos y obscenos para asegurarse de que no ve nada a través del pañuelo, le dan tres vueltas sobre sí mismo y le dicen que cuente hasta treinta en voz alta. Él grita números enteros mientras los mayores se esconden entre los matorrales más densos, en los rincones más remotos y oscuros del jardín: siempre por parejas. Él no toca la venda; ilusionado por la vaga promesa de algún beso con lengua o el tacto de un pecho firme, deambula tanteando el vacío, modelando la oscuridad.
Finalizado el juego de adultos, ahora son ellos quienes lo buscan cerca del pozo.
Fin del juego, principio del vacío.
ResponderEliminarAllí te lo he dejado.
El vacío que todo lo llena...
EliminarGracias Miguelángel original.
Tenso y afilado relato, sin concesiones.
ResponderEliminarAbrazos sin concesiones, Pedro. Gracias por pasar.
EliminarAugh! Rasca Francesc, tanto en la visión literal, como en esa intuición de caer en el pozo de la vida adulta.
ResponderEliminarAbrazos.
El pozo de la vida adulta, sí. Me gusta esa visión que le das.
EliminarGracias Miguel.
Abrazos
Como dice Miguel, el doble plano duele. Traspasa la frontera de la realidad.
ResponderEliminarAbrazos
Pues a traspasar fronteras y realidades. Ea.
EliminarMuchas gracias Susana.
Abrazos
Francesc, un juego de microrrelato, que te deja sin aliento y con un desconcierto final contundente.
ResponderEliminarAbrazos.
Habrá que respirar, salir del pozo y tomar aire...
EliminarAbrazos don Nicolás.
Juego abismal.
ResponderEliminarA buscar.
Un saludo.
¿Quién no ha tocado un poco de lo que no debía mientras le tocaba ponerse la venda y perseguir a las mozas? Claro que, luego viene el pozo...
EliminarUn saludo.