lunes, 23 de septiembre de 2013

76/ Reencarnación prematura o discontinuidad de las plazas

Foto: Utku Sarioz
      
   Nadie me sabe decir cómo ha llegado hasta ahí, sola. Yo tampoco sabría, la verdad. Cuando me senté en el banco con la pistola en el regazo no estaba: lo juro, de otra forma habría oído su llanto agudo y persistente. De hecho, tampoco soy consciente del momento en el que ha empezado a llorar. ¡Yo qué voy a saber! La gente pasa rápida por nuestro lado. Algunos paran, la miran, me miran y mascullan algo ininteligible. Sacuden la cabeza y aprietan los labios, como para que no se les escape la vida. Luego agachan la cabeza y continúan su camino. Yo, inmóvil junto al moisés, pienso en qué hacer con ella. La vida, ¡ah, la puta vida! Enciendo mi último cigarrillo y lo apago de inmediato al sentir miradas de condena como alfileres en los ojos. ¡Así no hay quién pueda! Ya he tomado una decisión: mañana me voy a suicidar a otra plaza.

6 comentarios:

  1. Lo mismo, el ángel de la guarda está al quite. Desde luego que así no hay quien pueda suicidarse.

    Me gustó. Como siempre.

    Abrazos pajareros.

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    1. Desde luego, Lola, desde luego...
      Abrazos desde el cable.

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  2. Mañana seguro que habrá cambiado de idea... Un saludo.

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    1. Muchas gracias por naufragar en este mar y bienvenida a esta playa, Ana.

      Espero que sí, que siga cambiando de idea... cada día.
      Un saludo.

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  3. Espero que no, que quiero pasarte las fotos.
    Porfa, en mi blog tengo el mail, si puedes pásate y te envío las fotos por correo (la Microbiblioteca).
    Un abrazo compañero.

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    1. Ok. Gracias Francisco.
      Te pillo el mail de allí.
      Un abrazo.

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Dejad una botella con un mensaje enrollado dentro. Probablemente a Robinson también le hubiera gustado, aunque hubiera sido para criticarle por esconderse en una isla perdida y abandonar a su familia.